Muchas veces escuchamos determinadas
palabras o expresiones, en los medios de comunicación, que se acaban
infiltrando en el vocabulario de la ciudadanía. En ocasiones, estas
expresiones se utilizan para referirse a algo muy diferente del
significado original de la palabra: todos y todas recordamos el
“talante” de ZP, por poner un ejemplo.
Desde hace algún tiempo, hay una
expresión repetida una y otra vez por la ciudadanía acerca de la
labor de determinados cargos públicos: “mala gestión”. Supongo
que el término se usa por analogía con la empresa privada, en la
que la valoración de la gestión (buena o mala) se hace en función
de las tasas de beneficio (ya pueda ser a corto, medio o largo
plazo). Sin embargo, la gestión en una empresa pública es un
concepto diferente: no depende de las tasas de beneficio que obtiene,
si no del servicio que presta a la comunidad que la creó y que la
sostiene.
Por ejemplo: imaginemos una empresa
pública cuya gestión lleve a no cumplir adecuadamente con los
objetivos para los que fue creada. Imaginemos que, además, se han
cometido numerosas irregularidades durante esa gestión: puede que
algunas sean legales, pero son éticamente censurables. Hablamos de
mala gestión, claro. Pero ¿es por incompetencia de los gestores?
¿Es razonable asumir que, simplemente, “lo han hecho mal”?
Es muy poco probable que en esa
hipotética empresa pública se hubiese colocado a un incompetente.
Es mucho más probable que esa “mala gestión” para la
ciudadanía, para la mayoría social, sea en realidad una muy buena
gestión para determinadas élites financieras y políticas (sean del
ámbito que sean), o incluso para los intereses personales de ese
hipotético gestor.
Valga este hipotético ejemplo para ver
que el concepto de gestión en una empresa pública tiene más que
ver con los sectores de la sociedad beneficiados o perjudicados por
esa gestión, y menos con un supuesto baremo objetivo que mida la
efectividad de la gestión (¿Alguien ha visto alguna vez un
gestionómetro?).
Lo que debiera ser una buena gestión
es una gestión dirigida a mejorar las condiciones de vida de la
mayoría de la ciudadanía, que permita que el dinero que sale de los
impuestos de todas y todos revierta en la ciudadanía y haga
disminuir la desigualdad social. En definitiva, una transferencia de
renta desde quienes más tienen hacia quienes menos tienen. Una mala
gestión es, justamente, lo contrario: una gestión que empobrece a
la mayoría de la población y beneficia sólo a la minoría en la
cúspide de la pirámide. Por tanto, un modelo de gestión pública
que entregue el dinero de los y las contribuyentes a empresas
privadas sin exigir prácticamente ninguna contrapartida es un modelo
de mala gestión.
En estos tiempos turbulentos en los que
los partidos del régimen del 78 se aferran desesperadamente a las
partes que les interesan de la constitución, conviene recordar un
artículo de este texto que muchas veces se pasa por alto: el
artículo 128.1: “Toda la riqueza del país en sus distintas
formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés
general.”. Es muy revelador
que se refiera al interés general así, en genérico. Sería
razonable suponer que el interés general fuese el interés de la
mayoría social, pero queda abierto a interpretaciones. De hecho, si
se observan las decisiones de los sucesivos gobiernos que hemos
tenido, parece que el interés general del país coincidiese siempre
con el interés general del IBEX35. Con esa idea en mente claro que
han realizado una magnífica gestión: en el IBEX están
contentísimos, y no hay duda de que consideran a Mariano Rajoy y al
PP como los mejores gestores posibles... para beneficiar sus propios
intereses.
El problema es que
los intereses del IBEX35 son completamente contrarios a los intereses
de la mayoría social, de la ciudadanía que se levanta por las
mañanas para ir al trabajo (o para buscar trabajo), que tiene que
pagar sus facturas y alimentar a su prole. Mientras que la mayoría
social prefiere salarios más altos, más derechos laborales y
mejores servicios públicos, el IBEX35 prefiere justo lo contrario
(lo cual aumenta sus beneficios). Y estamos viendo claramente los
intereses de qué sector se están teniendo en cuenta, y los derechos
de qué sector están siendo pisoteados y recortados.
En la comarca del
Besaya tenemos un ejemplo muy bueno y de rabiosa actualidad: el
controvertido proyecto (o, más bien, pelotazo) del PSIR de “las
Excavadas”. Se trata de un proyecto de, aproximadamente, cuarenta y
cinco millones de euros que pretende remover y hormigonar el terreno
de las Excavadas y circundante, para construir un polígono
industrial (parque científico-tecnológico lo llaman) por el cual
ninguna empresa ha manifestado el más mínimo interés. Bueno, al
menos por establecerse en el terreno: seguro que para la construcción
del polígono hay muchas, muchas empresas interesadas. Entonces, ¿por
qué el equipo de gobierno quiere gastar esos cuarenta y cinco
millones en hormigonar si saben positivamente que no hay empresas
interesadas en instalarse (o que, si las hay, ya tienen espacio de
sobra en los polígonos existentes)? ¿Es que son acaso torpes e
incompetentes?
No son torpes e
incompetentes, desde luego (salvando algunas excepciones). Es un
ejemplo clarísimo de que la gestión no es buena o mala: aunque el
ejemplo del PSIR de las Excavadas sea una pésima gestión para los
intereses de la mayor parte de la población de Torrelavega, es un
ejemplo de magnífica gestión para las empresas constructoras que se
dediquen a la descomunal obra.
Que esos cuarenta y
cinco millones reviertan en la ciudadanía mediante la creación de
empleo de alto valor añadido, la inversión en i+d+i y la
revitalización del casco urbano y el comercio local (tal y como
propuso el Secretario General de Podemos Cantabria, Julio Revuelta)
es el ejemplo contrario: de llevarse a cabo, se tratará de un
ejemplo de magnífica gestión para la mayoría de los y las
torrelaveguenses, que tendrán empleos, verán resurgir la industria
y reflorecer el comercio local: en definitiva, mejorará las
condiciones de vida de la mayoría. Claro, que igual a las empresas
constructoras no les parece tan buena gestión.
¿Mala gestión?
Depende de para quién.