lunes, 10 de octubre de 2016

CONTRA LA MALA GESTIÓN



Muchas veces escuchamos determinadas palabras o expresiones, en los medios de comunicación, que se acaban infiltrando en el vocabulario de la ciudadanía. En ocasiones, estas expresiones se utilizan para referirse a algo muy diferente del significado original de la palabra: todos y todas recordamos el “talante” de ZP, por poner un ejemplo.

Desde hace algún tiempo, hay una expresión repetida una y otra vez por la ciudadanía acerca de la labor de determinados cargos públicos: “mala gestión”. Supongo que el término se usa por analogía con la empresa privada, en la que la valoración de la gestión (buena o mala) se hace en función de las tasas de beneficio (ya pueda ser a corto, medio o largo plazo). Sin embargo, la gestión en una empresa pública es un concepto diferente: no depende de las tasas de beneficio que obtiene, si no del servicio que presta a la comunidad que la creó y que la sostiene.

Por ejemplo: imaginemos una empresa pública cuya gestión lleve a no cumplir adecuadamente con los objetivos para los que fue creada. Imaginemos que, además, se han cometido numerosas irregularidades durante esa gestión: puede que algunas sean legales, pero son éticamente censurables. Hablamos de mala gestión, claro. Pero ¿es por incompetencia de los gestores? ¿Es razonable asumir que, simplemente, “lo han hecho mal”?

Es muy poco probable que en esa hipotética empresa pública se hubiese colocado a un incompetente. Es mucho más probable que esa “mala gestión” para la ciudadanía, para la mayoría social, sea en realidad una muy buena gestión para determinadas élites financieras y políticas (sean del ámbito que sean), o incluso para los intereses personales de ese hipotético gestor.

Valga este hipotético ejemplo para ver que el concepto de gestión en una empresa pública tiene más que ver con los sectores de la sociedad beneficiados o perjudicados por esa gestión, y menos con un supuesto baremo objetivo que mida la efectividad de la gestión (¿Alguien ha visto alguna vez un gestionómetro?).

Lo que debiera ser una buena gestión es una gestión dirigida a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la ciudadanía, que permita que el dinero que sale de los impuestos de todas y todos revierta en la ciudadanía y haga disminuir la desigualdad social. En definitiva, una transferencia de renta desde quienes más tienen hacia quienes menos tienen. Una mala gestión es, justamente, lo contrario: una gestión que empobrece a la mayoría de la población y beneficia sólo a la minoría en la cúspide de la pirámide. Por tanto, un modelo de gestión pública que entregue el dinero de los y las contribuyentes a empresas privadas sin exigir prácticamente ninguna contrapartida es un modelo de mala gestión.

En estos tiempos turbulentos en los que los partidos del régimen del 78 se aferran desesperadamente a las partes que les interesan de la constitución, conviene recordar un artículo de este texto que muchas veces se pasa por alto: el artículo 128.1: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.”. Es muy revelador que se refiera al interés general así, en genérico. Sería razonable suponer que el interés general fuese el interés de la mayoría social, pero queda abierto a interpretaciones. De hecho, si se observan las decisiones de los sucesivos gobiernos que hemos tenido, parece que el interés general del país coincidiese siempre con el interés general del IBEX35. Con esa idea en mente claro que han realizado una magnífica gestión: en el IBEX están contentísimos, y no hay duda de que consideran a Mariano Rajoy y al PP como los mejores gestores posibles... para beneficiar sus propios intereses.

El problema es que los intereses del IBEX35 son completamente contrarios a los intereses de la mayoría social, de la ciudadanía que se levanta por las mañanas para ir al trabajo (o para buscar trabajo), que tiene que pagar sus facturas y alimentar a su prole. Mientras que la mayoría social prefiere salarios más altos, más derechos laborales y mejores servicios públicos, el IBEX35 prefiere justo lo contrario (lo cual aumenta sus beneficios). Y estamos viendo claramente los intereses de qué sector se están teniendo en cuenta, y los derechos de qué sector están siendo pisoteados y recortados.

En la comarca del Besaya tenemos un ejemplo muy bueno y de rabiosa actualidad: el controvertido proyecto (o, más bien, pelotazo) del PSIR de “las Excavadas”. Se trata de un proyecto de, aproximadamente, cuarenta y cinco millones de euros que pretende remover y hormigonar el terreno de las Excavadas y circundante, para construir un polígono industrial (parque científico-tecnológico lo llaman) por el cual ninguna empresa ha manifestado el más mínimo interés. Bueno, al menos por establecerse en el terreno: seguro que para la construcción del polígono hay muchas, muchas empresas interesadas. Entonces, ¿por qué el equipo de gobierno quiere gastar esos cuarenta y cinco millones en hormigonar si saben positivamente que no hay empresas interesadas en instalarse (o que, si las hay, ya tienen espacio de sobra en los polígonos existentes)? ¿Es que son acaso torpes e incompetentes?

No son torpes e incompetentes, desde luego (salvando algunas excepciones). Es un ejemplo clarísimo de que la gestión no es buena o mala: aunque el ejemplo del PSIR de las Excavadas sea una pésima gestión para los intereses de la mayor parte de la población de Torrelavega, es un ejemplo de magnífica gestión para las empresas constructoras que se dediquen a la descomunal obra.

Que esos cuarenta y cinco millones reviertan en la ciudadanía mediante la creación de empleo de alto valor añadido, la inversión en i+d+i y la revitalización del casco urbano y el comercio local (tal y como propuso el Secretario General de Podemos Cantabria, Julio Revuelta) es el ejemplo contrario: de llevarse a cabo, se tratará de un ejemplo de magnífica gestión para la mayoría de los y las torrelaveguenses, que tendrán empleos, verán resurgir la industria y reflorecer el comercio local: en definitiva, mejorará las condiciones de vida de la mayoría. Claro, que igual a las empresas constructoras no les parece tan buena gestión.

¿Mala gestión? Depende de para quién.