lunes, 29 de enero de 2018

LOS ÁRBOLES NO NOS DEJAN VER EL BOSQUE



Sucede en ocasiones que los árboles no nos dejan ver el bosque: esta expresión se torna muy apropiada para la situación del parque Manuel Barquín, para todos los parques de Torrelavega, e incluso para el propio municipio en su conjunto. Y si a eso le sumamos la desmemoria de algunas personas, tenemos de nuevo un problema montado.

Como ya todo el mundo sabe, la semana anterior fueron talados varios árboles del parque Manuel Barquín, para colocar una cubierta de metacrilato sobre la zona del parque en la que había columpios: una cubierta que nos va a salir por más de 400.000€. ¿Y de quién ha sido esta ocurrencia?

Hay varios parques infantiles en Torrelavega, de los cuales el Manuel Barquín es el más céntrico y el que mejores dotaciones tiene (tenía, porque con la obra las han retirado,esperemos que temporalmente). Sí, el parque estaba muy bien, con varios columpios diferentes, con sus bancos alrededor de la zona de juegos, con su fuente y con sus árboles que proveían de sombra y oxígeno, todo ello dentro de lo que es el complejo del parque. Como vecino del Paseo del Niño, comparar lo que era el parque Manuel Barquín con el “parque” de mi barrio (parque por llamarlo de alguna manera, más bien “cutrada” con columpios) me hace pensar en desigualdad, en gentrificación.

Gastarse casi medio millón de euros en el cubrimiento (que no “cubrición”, señores del PRC: según la RAE, “cubrición” es la acción y efecto de cubrir, fecundar a la hembra) del parque más céntrico y mejor dotado de Torrelavega con el argumento de “es para que los niños y las niñas no se mojen cuando llueve” evidencia que al equipo de gobierno no le importa que se mojen los niños y niñas del extrarradio: de Barreda, de Viérnoles, del Paseo del Niño, de Ganzo... Sólo es problemático si se mojan los del centro. Esta argumentación clasista que se ha presentado para cubrir el parque Manuel Barquín no ha sido producto de la derecha retrógrada.

Pese a que ahora callen, la idea de cubrir el parque fue de la agrupación ACPT: fue uno de los puntos del acuerdo de investidura del PRC-PSOE hace ya más de dos años, como parte de su campaña “ocio sin consumo”. Sin consumo, claro: parece que los más de 400.000€ que va a pagar la ciudadanía torrelaveguense es una bagatela. No es la primera vez que pasa algo parecido: ¡Pero si lo aprobasteis vosotros, pandilla de hipócritas!

Casi medio millón de euros en cubrir el parque más céntrico y mejor dotado de Torrelavega; más de un millón de euros en una pasarela que lleva a “ninguna parte” en mitad del patatal de la SNIACE; trescientos mil euros en la reforma del centro cívico de Sierrapando (¡En una reforma! ¡Con ese dinero se pueden comprar varios chalets!) un aparcamiento subterráneo en el Zapatón de más de un millón de euros (por si no se quejasen lo suficiente los vecinos del Zapatón de ser el aparcamiento de la ciudad)... Parece que el equipo de gobierno PRC-PSOE, con sus presupuestos aprobados por el PP y ACPT, no piensan más que en mega-obras, mientras las infraestructuras más necesarias para la ciudadanía languidecen por falta de inversión (por ejemplo, la presa que abastece de agua a Torrelavega, que necesita dragarse; la carencia de aceras en el acceso a Viérnoles; o las necesidades materiales que tiene el cuerpo de bomberos, que necesita renovar buena parte de su equipo). El ejemplo de los parques es flagrante: los parques del extrarradio, medio abandonados, y el parque más céntrico y mejor dotado, una cubierta de casi medio millón de euros.

¿Realmente esas mega-obras son lo que quiere la ciudadanía? Pese al mantra repetido por el alcalde acerca de la mayoría en las votaciones de los plenos, consecuencia directa de la democracia representativa, existe un mecanismo para asegurarse de que los proyectos de esta envergadura sean debatidos y se alcance un consenso sobre su utilidad o pertinencia: se trata del reglamento Orgánico de Participación Ciudadana. El Alcalde puede convocar, a iniciativa propia o a petición de los vecinos y las vecinas, audiencias públicas monográficas en las que el equipo de gobierno explica sus proyectos y recoge las propuestas de los vecinos. Si tuviesen voluntad política de escuchar a la ciudadanía, el equipo de gobierno convocaría estas audiencias. Pero por lo visto prefieren arreglar este tipo de proyectos en sus despachos, arreglando los votos que necesitan en el pleno para llevarlos adelante con grupos políticos que, en realidad, son afines.

Quienes han estado elaborando las políticas que ahora se llevan a cabo (PRC-PSOE-ACPT, con la connivencia ocasional del PP) han preferido que millones de euros acaben en manos de la banca antes que abrirse a proyectos presentados por los partidos de la oposición o la ciudadanía.

Ahora, ante la tala de los árboles del parque, los vecinos y vecinas se han organizado y han salido a la calle a protestar. Incluso se han presentado en la concentración políticos de partidos que votaron el proyecto a favor, o incluso del partido del que salió el proyecto. Ya sabíamos acerca de la jeta de cemento del partido de la Gurtel, pero la hipocresía de los otros también debe quedar al descubierto.


martes, 23 de enero de 2018

¿PÚBLICO O PRIVADO?




Parece que el equipo de gobierno municipal PRC-PSOE va a re-municipalizar el servicio de recogida de basuras, después de que en 2001 fuese privatizado. Dieciséis años lleva la empresa privada gestionando las basuras del municipio, dieciséis años cobrando dinero público por realizar ese servicio básico y esencial para la civilización que es recoger los desperdicios que genera la vida humana.

Las razones aducidas son, fundamentalmente, económicas y de calidad. Vamos, que va a salir más barato y se va a prestar un mejor servicio a la ciudadanía. ¡Qué curioso! Esto quiere decir que en manos de una empresa pública el servicio sale más caro y es menos eficiente: eso es lo que nos están diciendo, ¿verdad?

Por supuesto que nos están diciendo eso, aunque no pueden decirlo directamente. Todo el mundo sabe que la función principal de una empresa es ganar dinero: aunque pueda parecer que una empresa se dedica a producir coches, bombillas o galletas tostadas, en realidad todas las empresas se dedican a lo mismo: hacer dinero. Los productos o servicios que ofrece no son su finalidad: son el medio por el que consiguen su finalidad: hacer dinero. Una panadería se dedica a hacer dinero, y el pan es sólo el medio por el cual consigue obtener beneficios. El clásico “esto no es una ONG” que todo el mundo ha escuchado alguna vez. Hasta aquí está claro, ¿no?

Sin embargo, cuando se trata de una empresa pública, las cosas cambian. El objetivo final de una empresa pública no es ganar dinero, no es obtener beneficios económicos. Una empresa pública tiene como finalidad otorgar un servicio a la ciudadanía. A nadie le puede entrar en la cabeza que la finalidad del oficio de una jueza, un bombero, una profesora o un bedel municipal sean obtener un beneficio económico. Por supuesto que producen un beneficio, pero es social, no económico. No es rentable económicamente,por ejemplo, cuidar a nuestros mayores o encarcelar a un asesino: se hace por su beneficio social, aunque nos cueste dinero. Eso se llama “estado del bienestar”; también “derechos sociales”, y fueron conquistados por nuestros antepasados, los hombres y mujeres que lucharon por una vida mejor para su descendencia.

Ya sabemos que los medios de comunicación mienten, que son pesebreros del poder político y que son capaces de vendernos mentiras tan flagrantes como “no hemos rescatado a la banca” (pues para no haberla rescatado, nos ha costado 60.000 millones) o “ya hemos salido dela crisis” (si, ya...). Tantos embustes y de tal calibre que incluso nos quisieron hacer creer que darles la gestión de los servicios públicos a la empresa privada era una buena idea, y que además iba a salir más barato y a dar una mejor calidad del servicio. Y con tanta insistencia se repitió el mantra que hasta las supuestas izquierdas (aquel partido que montó lo del GAL) lo asumieron como real.

Imaginemos un servicio básico esencial, como por ejemplo la limpieza de las instalaciones municipales, en una ciudad imaginaria llamada, por ejemplo, Tovelarrega (que no Tabarnia,ojo). Imaginemos a todas esas personas que trabajan para que las instalaciones municipales de esta ciudad ficticia estén limpias y puedan utilizarse por la ciudadanía. Imaginemos que los gobernantes de esa ciudad de Tovelarrega deciden, repentinamente, que una empresa privada va a realizar el servicio de forma más barata y eficaz que los empleados municipales: externalizan el servicio.

Finalmente, en esa ciudad imaginaria, una empresa (pongamos que se trata de una gran empresa, propiedad de un empresario multi-millonario llamado Florencio Pérez, conocido por ser también presidente del club de fútbol Real Mandril...) decide asumir esa externalización: el amigo Florencio dice que su empresa puede limpiar las instalaciones municipales por menos dinero de lo que gastaba en ello el ayuntamiento. ¡Y aún así ganar dinero! Florencio es muy listo, va a lograr lo que la administración pública no ha logrado: va a prestar el mismo servicio por menos dinero. ¿Y cómo lo podrá hacer nuestro astuto amigo?

Por supuesto, este empresario ficticio, Florencio Pérez, no puede hacer magia: lo que hace son recortes. Recortes en derechos laborales y salarios de las trabajadoras y trabajadores, recortes en los materiales de trabajo (como los productos de limpieza), recortes con la connivencia de la caterva de bandidos de la corporación de esa ciudad imaginaria. Todo el dinero que se ahorra, Florencio se lo mete al bolsillo (quizá para fichar a Meynar el futbolista para el Real Mandril, quién sabe).

Esto sucede sistemáticamente en muchos lugares. Hay muchos “Florencios”, castigados por el estallido de la burbuja inmobiliaria, que han metido sus zarpas en el ente público. Servicios como la limpieza de las instalaciones municipales, la recogida de basuras o incluso el mismo agua que sale de nuestros grifos se han convertido en nichos de negocio para todos los Florencios. Y estos Florencios siempre obtienen beneficios a base de recortar sueldos, derechos y calidad del servicio.

Un servicio de calidad es incompatible con la privatización (por mucho que los voceros de la derecha neoliberal repitan una y otra vez lo contrario). Una empresa privada nunca tendrá como objetivo primario ofrecer un servicio de calidad: busca obtener beneficios, y hará lo que sea necesario para conseguirlo, incluso acabar con lo poco que queda de nuestro estado del bienestar. Está en la propia etimología de la palabra: “privado”, de privar. De privar a determinada gente (los pobres, claro) de ciertas cosas. Y seguirán haciéndolo si se lo permitimos.