En los últimos días hemos vivido una
vorágine de noticias relacionadas con la música, que es una de las
artes que más nos gusta en esta vieja y vetusta Iberia. En
particular, parece que el rap está de moda, hasta el punto de que
fiscales y jueces, con sus togas con adornos de ganchillo, se dedican
a escuchar a los raperos de más rabiosa actualidad. Tan de moda se
han puesto estos raperos que hasta se escuchan en la Casa real.
Concretamente, los fiscales han mostrado mucho interés por raperos
como Pablo Hásel, Valtonyc o La Insurgencia, hasta el punto de que
los han intentado laurear (con mayor o menor éxito) con el premio
“Barrotes y sombra una temporada”.
Al mismo tiempo, y al parecer
conservada en formol desde los años noventa, ha resurgido
(probablemente siguiendo la estela de su coetánea, Leticia Sabater)
la cantante vintage Marta Sánchez, con un himno de España
muy al estilo “Norteamericano de la Superbowl”, con una letra un
tanto controvertida: que si orgullo, que si Dios, que si no pide
perdón... Este nuevo himno de Marta Sánchez nos trae reminiscencias
de tiempos pretéritos en los que un señor bajito con voz de pito
gobernaba y fusilaba a los españoles y españolas.
Sin embargo, a esta señora a la que el
corazón le brilla de colores rojo y gualda mientras paga sus
impuestos en Miami, la fiscalía no ha tenido a bien concederla
ningún premio de “Barrotes y sombra”. Será que entre los jueces
y fiscales se lleva la música más moderna, como el rap, y las
canciones con olor a naftalina como el himno de Marta no les interesa
mucho.
Pero la música no es la única de las
artes que interesan a nuestros jueces y fiscales: acabamos de saber
que el libro “Fariña”, que trata sobre el narcotráfico en
Galicia y que establece vínculos entre esta actividad ilícita y
algunos cargos políticos de determinado partido conocido por su
popularidad, le ha gustado tanto a una jueza que ha ordenado incautar
todos los ejemplares. Nótese que, aunque el libro es moderno, la
práctica de secuestrar publicaciones por orden judicial tiene mucho
arraigo y tradición en este país. Y si no, que se lo pregunten a la
gente de El Jueves.
Varias artes, mayores y menores, han
recibido la atención de jueces y fiscales: ya sabemos que hace algún
tiempo mostraron mucho interés por ciertos espectáculos de títeres,
hasta el punto de retener durante varios días a los dos muchachos
autores del espectáculo, suponemos que para que les explicase las
complejas sub-tramas de la obra de marionetas. La fotografía también
es del gusto de nuestros entogados: valga como ejemplo el joven al
que “recetaron” cuatrocientos ochenta euros por un montaje
fotográfico con su cara sobre la de un profeta que (quizá o quizá
no) existió hace dos mil años. Incluso el humor ha captado la
atención de esos señores con toga tan serios, y se han fijado en el
jocoso arte de humoristas y dibujantes satíricos, e incluso tuiteros
y tuiteras, como no podía ser de otra manera en la tierra del
Quijote, donde el humor y la parodia se han tenido siempre en alta
estima.
Parece que jueces y fiscales están muy
interesados en el mundo de las artes y el entretenimiento, y en
general en las diversas formas de expresión de los artistas, del
pueblo. Parece como si existiese una connivencia macabra entre las
ideas políticas conservadoras y reaccionarias heredadas del
franquismo y las actuaciones de jueces y fiscales. Parece como si la
separación de poderes, axioma sagrado de la democracia, no existiese
en nuestro país.
Y parece, sobre todo, que son avisos
para navegantes. Que esos son los límites, y no pueden ser
traspasados. Que hay cosas de las que no es lícito hacer bromas,
porque te puedes llevar el premio “Barrotes y sombra una
temporada”. Que no se puede hacer mofa, befa y escarnio de los
sagrados símbolos de la patria, que no está permitido burlarse de
las costumbres religiosas medievales, que no pueden hacerse chistes
sobre el señor que llegó a jefe de estado por apellidarse Borbón
(o Puigmoltó, como parece sugerir su confuso y enrevesado árbol
genealógico), que ya ni siquiera se pueden hacer bromas sobre el
primer astronauta español que llegó a las partes superiores de la
atmósfera en 1973.
Son tiempos duros para el humor. Son
tiempos duros para la libertad de expresión. Y son tiempos muy duros
para la democracia. Así que ya sabéis: mientras no cambiemos la
situación, o himno de Marta Sánchez, o barrotes y sombra.