La actividad que menos le gusta
realizar al cerebro humano es pensar. Pensar cuesta, pensar duele. Te
hace darte cuenta de cosas, y puede echar abajo tus ideas, tus
convicciones, en definitiva, tus prejuicios y tu mundo. Por eso, la
gran mayoría de cerebros prefiere dedicarse a cualquier otra
actividad antes que a pensar: ya sea recordar, o seguir un ritmo real
o imaginario, o perderse en ensoñaciones. Por eso es tan dura la
militancia política, porque el primer deber de un militante es
pensar por sí mismo.
Por eso, muchas veces nos dejamos
llevar por lo que dicen otras personas, por lo que dice la tele, o
los medios, o el cura, o el presentador del programa de deportes o
cotilleos, o el Facebook. O el bufón de la corte. Nos tragamos ya no
enormes mentiras (que también), si no también planteamientos
falaces que no resistirían una reflexión. ¿Y por qué? Bueno, es
la falacia ad consequentiam, es decir: “eso no puede ser
así, porque eso significaría que soy imbécil.” La vemos
constantemente, forma parte de nuestras vidas, como la falacia ad
hominem (que viene a decir algo así como “me da igual que
tengas razón; hueles a vino”).
Sólo así se puede explicar sonadas
frases como aquella del “periodista”Álvaro Ojeda de “a mí no
me roba un comunista, a mí que me robe la derecha”. Sólo así se
puede explicar que el PSOE no se haya descalabrado, que tanta gente
vote al PP, que Naranjito no pare de subir. Demagogia. Falacias, una
tras otra, hasta meternos en un mundo ilusorio en el que los mismos
pilares que lo sustentan son mentiras. Vivimos en una fantasía
delirante en la que la falsedad es la norma. Nos tragamos las
mentiras de los nuestros, y denostamos las verdades del oponente.
Y a quien se atreva a decir la verdad,
a pinchar con sus palabras esta confortable burbuja de mentiras, a
quien nos quiera obligar a reflexionar y pensar, lo denostamos, lo
convertimos en un paria. Nadie quiere escuchar la verdad, y menos si
es sobre su gente.
Pues no, no se trata de eso. Vinimos a
hacer las cosas de otro modo. Aún recuerdo aquel cartel en el 15M:
“Nos mean, y la tele dice que llueve”. Nos rebelamos contra
aquella dictadura de la mentira, diciendo que NO NOS REPRESENTAN, que
LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES. Denunciábamos la mentira imperante
del régimen, denunciábamos a quienes vivían en la opulencia
mientras privatizaban todo lo público.
¿Y dónde estamos a la vuelta de siete
años? Pues aún no lo tengo muy claro. Hace siete años no me
imaginaba en un partido político con representación parlamentaria,
pero desde luego que no me imaginaba que ese partido “de los de
abajo”, “del 99%”, que iba a ser el azote del régimen del 78,
iba a estar inmerso en una consulta para avalar que el secretario
general y la portavoz parlamentaria deban seguir en sus cargos tras
comprarse una mansión con casa de invitados, piscina y 2000 metros
cuadrados de terreno. Igual es que me perdí aquella asamblea del 15M
en la que se hablaba de chalets. O quizá fue en alguna asamblea de
círculo.
El caso es que, pese a que no se ha
podido esgrimir un solo argumento coherente para defender el SI en la
consulta (sentimentalismos, o mezclar churras con merinas hablando de
niños o de intimidad, o de legítimamente ganado; el tema no va de
eso), el líder se ha impuesto a sus críticos con un 68% de los
votos. ¿Qué fue de aquello de pensar por uno mismo? He escuchado
argumentos delirantes, como “si votas que NO estás en el bando de
Inda y la máquina del fango” (Pues en el otro lado estaban Ansón
y Marhuenda...), o como que hay que apoyarles frente al enemigo,
cueste lo que cueste (“¿Pablo, sé fuerte?”). Argumentos
híper-cuñados que esperaba no escuchar jamás en una organización
de izquierdas y plural que se dice heredera del 15M.
Y lo peor de todo: el bufón de la
corte. Con más vocación de tertuliano del corazón que de político,
este personaje chillón y follonero incumple la labor bufonesca de
reírse del líder, y actúa cual mastín feroz con cascabeles,
protegiendo a su amo. No le importa hacer el ridículo en uno y mil
platós de televisión, hablando de ecografías cuando le preguntan
por la coherencia. ¿Que le preguntan si le parece coherente? “Pues
mire usted, lo que no me parece coherente es lo de esta otra cosa”.
¡Pero responde, no te vayas por peteneras! Menos mal que
no tienes sentido del ridículo, porque si no, lo pasarías muy mal.
Y tenemos un chalet de 600.000€
avalado por dos tercios de la militancia, una dirección cada vez más
alejada de la gente a la que dicen representar, una militancia
hooligan que es incapaz de cuestionar a sus líderes, hagan lo que
hagan, y una organización en la que el debate es inexistente y la
opinión contraria al líder es tabú.
Para rematar, los Morancos han hecho
otro de sus vídeos musicales, sólo que esta vez no se burlan del PP
o de Urdangarín: hacen mofa del líder y su “casoplón”. Pero a
mucha gente de Podemos este vídeo ya no les hace gracia como los
anteriores. Lo llaman “humor rancio y casposo”, y recuerdan que
uno de los Morancos mató a un felino a tiros de escopeta. Otra vez
ejemplos de falacia ad hominem (“son cutres y casposos, da
igual que lo que digan sea verdad”) y ad consequentiam (“lo
que dicen tiene que estar mal, porque si no, significa que he estado
apoyando a hipócritas”). Mentiras, malditas mentiras, falacias
justificando lo injustificable, gente que no piensa, sólo sigue al
líder. ¿Partido o secta?
Y el bufón de la corte amenazando con
la escopeta de las purgas...