martes, 29 de mayo de 2018

¿HACIA DÓNDE VAMOS?



La actividad que menos le gusta realizar al cerebro humano es pensar. Pensar cuesta, pensar duele. Te hace darte cuenta de cosas, y puede echar abajo tus ideas, tus convicciones, en definitiva, tus prejuicios y tu mundo. Por eso, la gran mayoría de cerebros prefiere dedicarse a cualquier otra actividad antes que a pensar: ya sea recordar, o seguir un ritmo real o imaginario, o perderse en ensoñaciones. Por eso es tan dura la militancia política, porque el primer deber de un militante es pensar por sí mismo.

Por eso, muchas veces nos dejamos llevar por lo que dicen otras personas, por lo que dice la tele, o los medios, o el cura, o el presentador del programa de deportes o cotilleos, o el Facebook. O el bufón de la corte. Nos tragamos ya no enormes mentiras (que también), si no también planteamientos falaces que no resistirían una reflexión. ¿Y por qué? Bueno, es la falacia ad consequentiam, es decir: “eso no puede ser así, porque eso significaría que soy imbécil.” La vemos constantemente, forma parte de nuestras vidas, como la falacia ad hominem (que viene a decir algo así como “me da igual que tengas razón; hueles a vino”).

Sólo así se puede explicar sonadas frases como aquella del “periodista”Álvaro Ojeda de “a mí no me roba un comunista, a mí que me robe la derecha”. Sólo así se puede explicar que el PSOE no se haya descalabrado, que tanta gente vote al PP, que Naranjito no pare de subir. Demagogia. Falacias, una tras otra, hasta meternos en un mundo ilusorio en el que los mismos pilares que lo sustentan son mentiras. Vivimos en una fantasía delirante en la que la falsedad es la norma. Nos tragamos las mentiras de los nuestros, y denostamos las verdades del oponente.

Y a quien se atreva a decir la verdad, a pinchar con sus palabras esta confortable burbuja de mentiras, a quien nos quiera obligar a reflexionar y pensar, lo denostamos, lo convertimos en un paria. Nadie quiere escuchar la verdad, y menos si es sobre su gente.

Pues no, no se trata de eso. Vinimos a hacer las cosas de otro modo. Aún recuerdo aquel cartel en el 15M: “Nos mean, y la tele dice que llueve”. Nos rebelamos contra aquella dictadura de la mentira, diciendo que NO NOS REPRESENTAN, que LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES. Denunciábamos la mentira imperante del régimen, denunciábamos a quienes vivían en la opulencia mientras privatizaban todo lo público.

¿Y dónde estamos a la vuelta de siete años? Pues aún no lo tengo muy claro. Hace siete años no me imaginaba en un partido político con representación parlamentaria, pero desde luego que no me imaginaba que ese partido “de los de abajo”, “del 99%”, que iba a ser el azote del régimen del 78, iba a estar inmerso en una consulta para avalar que el secretario general y la portavoz parlamentaria deban seguir en sus cargos tras comprarse una mansión con casa de invitados, piscina y 2000 metros cuadrados de terreno. Igual es que me perdí aquella asamblea del 15M en la que se hablaba de chalets. O quizá fue en alguna asamblea de círculo.

El caso es que, pese a que no se ha podido esgrimir un solo argumento coherente para defender el SI en la consulta (sentimentalismos, o mezclar churras con merinas hablando de niños o de intimidad, o de legítimamente ganado; el tema no va de eso), el líder se ha impuesto a sus críticos con un 68% de los votos. ¿Qué fue de aquello de pensar por uno mismo? He escuchado argumentos delirantes, como “si votas que NO estás en el bando de Inda y la máquina del fango” (Pues en el otro lado estaban Ansón y Marhuenda...), o como que hay que apoyarles frente al enemigo, cueste lo que cueste (“¿Pablo, sé fuerte?”). Argumentos híper-cuñados que esperaba no escuchar jamás en una organización de izquierdas y plural que se dice heredera del 15M.

Y lo peor de todo: el bufón de la corte. Con más vocación de tertuliano del corazón que de político, este personaje chillón y follonero incumple la labor bufonesca de reírse del líder, y actúa cual mastín feroz con cascabeles, protegiendo a su amo. No le importa hacer el ridículo en uno y mil platós de televisión, hablando de ecografías cuando le preguntan por la coherencia. ¿Que le preguntan si le parece coherente? “Pues mire usted, lo que no me parece coherente es lo de esta otra cosa”. ¡Pero responde, no te vayas por peteneras! Menos mal que no tienes sentido del ridículo, porque si no, lo pasarías muy mal.

Y tenemos un chalet de 600.000€ avalado por dos tercios de la militancia, una dirección cada vez más alejada de la gente a la que dicen representar, una militancia hooligan que es incapaz de cuestionar a sus líderes, hagan lo que hagan, y una organización en la que el debate es inexistente y la opinión contraria al líder es tabú.

Para rematar, los Morancos han hecho otro de sus vídeos musicales, sólo que esta vez no se burlan del PP o de Urdangarín: hacen mofa del líder y su “casoplón”. Pero a mucha gente de Podemos este vídeo ya no les hace gracia como los anteriores. Lo llaman “humor rancio y casposo”, y recuerdan que uno de los Morancos mató a un felino a tiros de escopeta. Otra vez ejemplos de falacia ad hominem (“son cutres y casposos, da igual que lo que digan sea verdad”) y ad consequentiam (“lo que dicen tiene que estar mal, porque si no, significa que he estado apoyando a hipócritas”). Mentiras, malditas mentiras, falacias justificando lo injustificable, gente que no piensa, sólo sigue al líder. ¿Partido o secta?

Y el bufón de la corte amenazando con la escopeta de las purgas...

lunes, 16 de abril de 2018

PODEMOS Y LAS ANCHOAS DEL 78



Aún me viene a la memoria aquel mes de mayo de 2014, hace menos de cuatro años, pero tan lejano en el recuerdo. Tras meses de debates con un montón de gente nueva en el círculo de Torrelavega y una intensa campaña, en la que contamos con la presencia de Miguel Urbán en el tercer aniversario del 15M, aquel domingo terminó con un grito unánime: “¡Sí se puede!”: Podemos entraba a las instituciones, al parlamento europeo. Las redes se llenaron de recordatorios de las respuestas del régimen del 78 al 15M: “Presentaos a las elecciones”.

¡Qué distintas eran las cosas entonces! Podemos ni siquiera era un partido político en su forma orgánica: era una agrupación de electores, que reunió firmas en todo el estado para poder presentarse, que elaboró su programa de forma colaborativa entre las miles de personas de los centenares de círculos repartidos por toda la geografía del país, que decidió tomar la antorcha del 15M, de la indignación ciudadana, con la intención de convertirla en cambio político. Aquel manifiesto político llamado “Mover ficha” llevaba las demandas de las calles y las plazas a las instituciones. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, gritaron las plazas, y movimos ficha en esa dirección.

Han pasado casi cuatro años desde aquellas elecciones europeas, desde que quisimos mover ficha y movimos todo el tablero. Aquel programa radical y rupturista ilusionó a muchísima gente, y los círculos crecieron, con gente nueva, que estaba harta de la corrupción, la austeridad, el paro y los desahucios; parecía que los círculos iban a replicar el éxito de las asambleas en las plazas. Parecía posible poner la economía al servicio de las personas.

Pero todo este proceso, en Cantabria, ha sido bastante tortuoso. La animadversión y beligerancia de la primera dirección de Podemos Cantabria contra las candidaturas municipales surgidas de los círculos para las elecciones municipales provocó heridas que aún no han sanado del todo. Mucha gente valiente que dio un paso al frente por su ciudad o su pueblo tuvo que bregar no sólo contra los partidos del régimen del 78: también contra esa ausencia de reconocimiento y apoyo por parte de lo que iba a ser el instrumento del cambio. No sólo eso: las luchas internas fraccionales han dañado el proyecto, y mucha gente muy válida decidió abandonar el barco, desilusionada. El culmen del despropósito vino con “Arronti”, una asamblea ciudadana con una escasa participación en la que se votaron y aprobaron varias propuestas contradictorias, una asamblea que de inicio se hallaba limitada por el documento político de la anterior dirección, una asamblea, en definitiva, carente de legitimidad y que desencantó a mucha gente.

Por otro lado, cometimos varios errores a nivel autonómico. Permitimos el gobierno del PRC-PSOE como mal menor frente al PP, creyendo las zalameras palabras del mayor vendedor de humos que ha dado Cantabria. Desde Podemos propusimos tres medidas, a las que condicionamos nuestra abstención en la investidura: Revilla cumplió sólo una de ellas (retirar a Marcano y Agudo), y dejó las otras dos (plan de rescate ciudadano y declaración de estado de emergencia habitacional para acabar con los desahucios) en el aire.

Han pasado casi tres años, y ha quedado acreditado que Revilla no cumple las promesas que hace. Ya no sólo a Podemos: en su discurso de investidura, el señor de las anchoas prometió que la educación, la sanidad y la dependencia serían prioritarias durante esta legislatura. Otro engaño más. La legislatura se termina poco a poco, y las promesas han quedado en palabras vacías. El paro y la precariedad afligen Cantabria, despojada del sector primario y de su tejido industrial, y abocada a depender del sector turístico, que genera empleo estacional y de baja calidad. La deuda pública de la comunidad excede los tres mil millones de euros, y aún así el equipo de gobierno PRC-PSOE quiere embarcarse en mega-obras, como el puerto de San Vicente (con el antecedente que tenemos del puerto de Laredo, tan al estilo de Fabra y su aeropuerto sin aviones). Los desahucios continúan, sin que el PRC-PSOE haya hecho nada por las familias cántabras a las que los bancos expulsan de sus hogares.

Al final, ¿qué distingue al PRC de los otros partidos del régimen del 78? Cuando se trata de aplicar medidas concretas, de elegir si ponerse de parte de la gente o de las corporaciones, siempre eligen lo mismo. Luego, toneladas y toneladas de demagogia barata en televisión. Y anchoas, montones de anchoas. Anchoas del 78.

Parece que a una parte de Podemos le cuesta despegarse de Revilla; parece que su popularidad (ganada con demagogia en los platós televisivos, no con medidas a favor de la ciudadanía en el parlamento) ciega y deslumbra a alguna gente, hasta el punto de no ver sus políticas neoliberales. Creo que eso tiene que terminar; la experiencia nos dice que Revilla y su PRC son tan poco de fiar como los otros partidos del régimen del 78. Tenemos que dejar de escuchar sus cantos de sirena, y romper el embrujo del encantador de serpientes.

Podemos debe ser audaz y valiente, como en sus inicios. Debe decir las verdades, y no tener miedo a decirlas. Debemos auditar esa deuda pública que sobrepasa los 3000 millones, y debemos dar una solución a las cántabras y los cántabros que sufren el paro, la precariedad y la indiferencia de las instituciones. Debemos romper el candado del régimen del 78 y que la gente decida la Cantabria que quiere. Nadie dijo que asaltar los cielos fuese fácil, pero es nuestra responsabilidad intentarlo:; volvamos a mover ficha.

sábado, 24 de febrero de 2018

AVISO PARA NAVEGANTES



En los últimos días hemos vivido una vorágine de noticias relacionadas con la música, que es una de las artes que más nos gusta en esta vieja y vetusta Iberia. En particular, parece que el rap está de moda, hasta el punto de que fiscales y jueces, con sus togas con adornos de ganchillo, se dedican a escuchar a los raperos de más rabiosa actualidad. Tan de moda se han puesto estos raperos que hasta se escuchan en la Casa real. Concretamente, los fiscales han mostrado mucho interés por raperos como Pablo Hásel, Valtonyc o La Insurgencia, hasta el punto de que los han intentado laurear (con mayor o menor éxito) con el premio “Barrotes y sombra una temporada”.

Al mismo tiempo, y al parecer conservada en formol desde los años noventa, ha resurgido (probablemente siguiendo la estela de su coetánea, Leticia Sabater) la cantante vintage Marta Sánchez, con un himno de España muy al estilo “Norteamericano de la Superbowl”, con una letra un tanto controvertida: que si orgullo, que si Dios, que si no pide perdón... Este nuevo himno de Marta Sánchez nos trae reminiscencias de tiempos pretéritos en los que un señor bajito con voz de pito gobernaba y fusilaba a los españoles y españolas.

Sin embargo, a esta señora a la que el corazón le brilla de colores rojo y gualda mientras paga sus impuestos en Miami, la fiscalía no ha tenido a bien concederla ningún premio de “Barrotes y sombra”. Será que entre los jueces y fiscales se lleva la música más moderna, como el rap, y las canciones con olor a naftalina como el himno de Marta no les interesa mucho.

Pero la música no es la única de las artes que interesan a nuestros jueces y fiscales: acabamos de saber que el libro “Fariña”, que trata sobre el narcotráfico en Galicia y que establece vínculos entre esta actividad ilícita y algunos cargos políticos de determinado partido conocido por su popularidad, le ha gustado tanto a una jueza que ha ordenado incautar todos los ejemplares. Nótese que, aunque el libro es moderno, la práctica de secuestrar publicaciones por orden judicial tiene mucho arraigo y tradición en este país. Y si no, que se lo pregunten a la gente de El Jueves.

Varias artes, mayores y menores, han recibido la atención de jueces y fiscales: ya sabemos que hace algún tiempo mostraron mucho interés por ciertos espectáculos de títeres, hasta el punto de retener durante varios días a los dos muchachos autores del espectáculo, suponemos que para que les explicase las complejas sub-tramas de la obra de marionetas. La fotografía también es del gusto de nuestros entogados: valga como ejemplo el joven al que “recetaron” cuatrocientos ochenta euros por un montaje fotográfico con su cara sobre la de un profeta que (quizá o quizá no) existió hace dos mil años. Incluso el humor ha captado la atención de esos señores con toga tan serios, y se han fijado en el jocoso arte de humoristas y dibujantes satíricos, e incluso tuiteros y tuiteras, como no podía ser de otra manera en la tierra del Quijote, donde el humor y la parodia se han tenido siempre en alta estima.

Parece que jueces y fiscales están muy interesados en el mundo de las artes y el entretenimiento, y en general en las diversas formas de expresión de los artistas, del pueblo. Parece como si existiese una connivencia macabra entre las ideas políticas conservadoras y reaccionarias heredadas del franquismo y las actuaciones de jueces y fiscales. Parece como si la separación de poderes, axioma sagrado de la democracia, no existiese en nuestro país.

Y parece, sobre todo, que son avisos para navegantes. Que esos son los límites, y no pueden ser traspasados. Que hay cosas de las que no es lícito hacer bromas, porque te puedes llevar el premio “Barrotes y sombra una temporada”. Que no se puede hacer mofa, befa y escarnio de los sagrados símbolos de la patria, que no está permitido burlarse de las costumbres religiosas medievales, que no pueden hacerse chistes sobre el señor que llegó a jefe de estado por apellidarse Borbón (o Puigmoltó, como parece sugerir su confuso y enrevesado árbol genealógico), que ya ni siquiera se pueden hacer bromas sobre el primer astronauta español que llegó a las partes superiores de la atmósfera en 1973.

Son tiempos duros para el humor. Son tiempos duros para la libertad de expresión. Y son tiempos muy duros para la democracia. Así que ya sabéis: mientras no cambiemos la situación, o himno de Marta Sánchez, o barrotes y sombra.

lunes, 29 de enero de 2018

LOS ÁRBOLES NO NOS DEJAN VER EL BOSQUE



Sucede en ocasiones que los árboles no nos dejan ver el bosque: esta expresión se torna muy apropiada para la situación del parque Manuel Barquín, para todos los parques de Torrelavega, e incluso para el propio municipio en su conjunto. Y si a eso le sumamos la desmemoria de algunas personas, tenemos de nuevo un problema montado.

Como ya todo el mundo sabe, la semana anterior fueron talados varios árboles del parque Manuel Barquín, para colocar una cubierta de metacrilato sobre la zona del parque en la que había columpios: una cubierta que nos va a salir por más de 400.000€. ¿Y de quién ha sido esta ocurrencia?

Hay varios parques infantiles en Torrelavega, de los cuales el Manuel Barquín es el más céntrico y el que mejores dotaciones tiene (tenía, porque con la obra las han retirado,esperemos que temporalmente). Sí, el parque estaba muy bien, con varios columpios diferentes, con sus bancos alrededor de la zona de juegos, con su fuente y con sus árboles que proveían de sombra y oxígeno, todo ello dentro de lo que es el complejo del parque. Como vecino del Paseo del Niño, comparar lo que era el parque Manuel Barquín con el “parque” de mi barrio (parque por llamarlo de alguna manera, más bien “cutrada” con columpios) me hace pensar en desigualdad, en gentrificación.

Gastarse casi medio millón de euros en el cubrimiento (que no “cubrición”, señores del PRC: según la RAE, “cubrición” es la acción y efecto de cubrir, fecundar a la hembra) del parque más céntrico y mejor dotado de Torrelavega con el argumento de “es para que los niños y las niñas no se mojen cuando llueve” evidencia que al equipo de gobierno no le importa que se mojen los niños y niñas del extrarradio: de Barreda, de Viérnoles, del Paseo del Niño, de Ganzo... Sólo es problemático si se mojan los del centro. Esta argumentación clasista que se ha presentado para cubrir el parque Manuel Barquín no ha sido producto de la derecha retrógrada.

Pese a que ahora callen, la idea de cubrir el parque fue de la agrupación ACPT: fue uno de los puntos del acuerdo de investidura del PRC-PSOE hace ya más de dos años, como parte de su campaña “ocio sin consumo”. Sin consumo, claro: parece que los más de 400.000€ que va a pagar la ciudadanía torrelaveguense es una bagatela. No es la primera vez que pasa algo parecido: ¡Pero si lo aprobasteis vosotros, pandilla de hipócritas!

Casi medio millón de euros en cubrir el parque más céntrico y mejor dotado de Torrelavega; más de un millón de euros en una pasarela que lleva a “ninguna parte” en mitad del patatal de la SNIACE; trescientos mil euros en la reforma del centro cívico de Sierrapando (¡En una reforma! ¡Con ese dinero se pueden comprar varios chalets!) un aparcamiento subterráneo en el Zapatón de más de un millón de euros (por si no se quejasen lo suficiente los vecinos del Zapatón de ser el aparcamiento de la ciudad)... Parece que el equipo de gobierno PRC-PSOE, con sus presupuestos aprobados por el PP y ACPT, no piensan más que en mega-obras, mientras las infraestructuras más necesarias para la ciudadanía languidecen por falta de inversión (por ejemplo, la presa que abastece de agua a Torrelavega, que necesita dragarse; la carencia de aceras en el acceso a Viérnoles; o las necesidades materiales que tiene el cuerpo de bomberos, que necesita renovar buena parte de su equipo). El ejemplo de los parques es flagrante: los parques del extrarradio, medio abandonados, y el parque más céntrico y mejor dotado, una cubierta de casi medio millón de euros.

¿Realmente esas mega-obras son lo que quiere la ciudadanía? Pese al mantra repetido por el alcalde acerca de la mayoría en las votaciones de los plenos, consecuencia directa de la democracia representativa, existe un mecanismo para asegurarse de que los proyectos de esta envergadura sean debatidos y se alcance un consenso sobre su utilidad o pertinencia: se trata del reglamento Orgánico de Participación Ciudadana. El Alcalde puede convocar, a iniciativa propia o a petición de los vecinos y las vecinas, audiencias públicas monográficas en las que el equipo de gobierno explica sus proyectos y recoge las propuestas de los vecinos. Si tuviesen voluntad política de escuchar a la ciudadanía, el equipo de gobierno convocaría estas audiencias. Pero por lo visto prefieren arreglar este tipo de proyectos en sus despachos, arreglando los votos que necesitan en el pleno para llevarlos adelante con grupos políticos que, en realidad, son afines.

Quienes han estado elaborando las políticas que ahora se llevan a cabo (PRC-PSOE-ACPT, con la connivencia ocasional del PP) han preferido que millones de euros acaben en manos de la banca antes que abrirse a proyectos presentados por los partidos de la oposición o la ciudadanía.

Ahora, ante la tala de los árboles del parque, los vecinos y vecinas se han organizado y han salido a la calle a protestar. Incluso se han presentado en la concentración políticos de partidos que votaron el proyecto a favor, o incluso del partido del que salió el proyecto. Ya sabíamos acerca de la jeta de cemento del partido de la Gurtel, pero la hipocresía de los otros también debe quedar al descubierto.


martes, 23 de enero de 2018

¿PÚBLICO O PRIVADO?




Parece que el equipo de gobierno municipal PRC-PSOE va a re-municipalizar el servicio de recogida de basuras, después de que en 2001 fuese privatizado. Dieciséis años lleva la empresa privada gestionando las basuras del municipio, dieciséis años cobrando dinero público por realizar ese servicio básico y esencial para la civilización que es recoger los desperdicios que genera la vida humana.

Las razones aducidas son, fundamentalmente, económicas y de calidad. Vamos, que va a salir más barato y se va a prestar un mejor servicio a la ciudadanía. ¡Qué curioso! Esto quiere decir que en manos de una empresa pública el servicio sale más caro y es menos eficiente: eso es lo que nos están diciendo, ¿verdad?

Por supuesto que nos están diciendo eso, aunque no pueden decirlo directamente. Todo el mundo sabe que la función principal de una empresa es ganar dinero: aunque pueda parecer que una empresa se dedica a producir coches, bombillas o galletas tostadas, en realidad todas las empresas se dedican a lo mismo: hacer dinero. Los productos o servicios que ofrece no son su finalidad: son el medio por el que consiguen su finalidad: hacer dinero. Una panadería se dedica a hacer dinero, y el pan es sólo el medio por el cual consigue obtener beneficios. El clásico “esto no es una ONG” que todo el mundo ha escuchado alguna vez. Hasta aquí está claro, ¿no?

Sin embargo, cuando se trata de una empresa pública, las cosas cambian. El objetivo final de una empresa pública no es ganar dinero, no es obtener beneficios económicos. Una empresa pública tiene como finalidad otorgar un servicio a la ciudadanía. A nadie le puede entrar en la cabeza que la finalidad del oficio de una jueza, un bombero, una profesora o un bedel municipal sean obtener un beneficio económico. Por supuesto que producen un beneficio, pero es social, no económico. No es rentable económicamente,por ejemplo, cuidar a nuestros mayores o encarcelar a un asesino: se hace por su beneficio social, aunque nos cueste dinero. Eso se llama “estado del bienestar”; también “derechos sociales”, y fueron conquistados por nuestros antepasados, los hombres y mujeres que lucharon por una vida mejor para su descendencia.

Ya sabemos que los medios de comunicación mienten, que son pesebreros del poder político y que son capaces de vendernos mentiras tan flagrantes como “no hemos rescatado a la banca” (pues para no haberla rescatado, nos ha costado 60.000 millones) o “ya hemos salido dela crisis” (si, ya...). Tantos embustes y de tal calibre que incluso nos quisieron hacer creer que darles la gestión de los servicios públicos a la empresa privada era una buena idea, y que además iba a salir más barato y a dar una mejor calidad del servicio. Y con tanta insistencia se repitió el mantra que hasta las supuestas izquierdas (aquel partido que montó lo del GAL) lo asumieron como real.

Imaginemos un servicio básico esencial, como por ejemplo la limpieza de las instalaciones municipales, en una ciudad imaginaria llamada, por ejemplo, Tovelarrega (que no Tabarnia,ojo). Imaginemos a todas esas personas que trabajan para que las instalaciones municipales de esta ciudad ficticia estén limpias y puedan utilizarse por la ciudadanía. Imaginemos que los gobernantes de esa ciudad de Tovelarrega deciden, repentinamente, que una empresa privada va a realizar el servicio de forma más barata y eficaz que los empleados municipales: externalizan el servicio.

Finalmente, en esa ciudad imaginaria, una empresa (pongamos que se trata de una gran empresa, propiedad de un empresario multi-millonario llamado Florencio Pérez, conocido por ser también presidente del club de fútbol Real Mandril...) decide asumir esa externalización: el amigo Florencio dice que su empresa puede limpiar las instalaciones municipales por menos dinero de lo que gastaba en ello el ayuntamiento. ¡Y aún así ganar dinero! Florencio es muy listo, va a lograr lo que la administración pública no ha logrado: va a prestar el mismo servicio por menos dinero. ¿Y cómo lo podrá hacer nuestro astuto amigo?

Por supuesto, este empresario ficticio, Florencio Pérez, no puede hacer magia: lo que hace son recortes. Recortes en derechos laborales y salarios de las trabajadoras y trabajadores, recortes en los materiales de trabajo (como los productos de limpieza), recortes con la connivencia de la caterva de bandidos de la corporación de esa ciudad imaginaria. Todo el dinero que se ahorra, Florencio se lo mete al bolsillo (quizá para fichar a Meynar el futbolista para el Real Mandril, quién sabe).

Esto sucede sistemáticamente en muchos lugares. Hay muchos “Florencios”, castigados por el estallido de la burbuja inmobiliaria, que han metido sus zarpas en el ente público. Servicios como la limpieza de las instalaciones municipales, la recogida de basuras o incluso el mismo agua que sale de nuestros grifos se han convertido en nichos de negocio para todos los Florencios. Y estos Florencios siempre obtienen beneficios a base de recortar sueldos, derechos y calidad del servicio.

Un servicio de calidad es incompatible con la privatización (por mucho que los voceros de la derecha neoliberal repitan una y otra vez lo contrario). Una empresa privada nunca tendrá como objetivo primario ofrecer un servicio de calidad: busca obtener beneficios, y hará lo que sea necesario para conseguirlo, incluso acabar con lo poco que queda de nuestro estado del bienestar. Está en la propia etimología de la palabra: “privado”, de privar. De privar a determinada gente (los pobres, claro) de ciertas cosas. Y seguirán haciéndolo si se lo permitimos.