Aún me viene a la memoria aquel mes de
mayo de 2014, hace menos de cuatro años, pero tan lejano en el
recuerdo. Tras meses de debates con un montón de gente nueva en el
círculo de Torrelavega y una intensa campaña, en la que contamos
con la presencia de Miguel Urbán en el tercer aniversario del 15M,
aquel domingo terminó con un grito unánime: “¡Sí se puede!”:
Podemos entraba a las instituciones, al parlamento europeo. Las redes
se llenaron de recordatorios de las respuestas del régimen del 78 al
15M: “Presentaos a las elecciones”.
¡Qué distintas eran las cosas
entonces! Podemos ni siquiera era un partido político en su forma
orgánica: era una agrupación de electores, que reunió firmas en
todo el estado para poder presentarse, que elaboró su programa de
forma colaborativa entre las miles de personas de los centenares de
círculos repartidos por toda la geografía del país, que decidió
tomar la antorcha del 15M, de la indignación ciudadana, con la
intención de convertirla en cambio político. Aquel manifiesto
político llamado “Mover ficha” llevaba las demandas de las
calles y las plazas a las instituciones. “No somos mercancía en
manos de políticos y banqueros”, gritaron las plazas, y movimos
ficha en esa dirección.
Han pasado casi cuatro años desde
aquellas elecciones europeas, desde que quisimos mover ficha y
movimos todo el tablero. Aquel programa radical y rupturista ilusionó
a muchísima gente, y los círculos crecieron, con gente nueva, que
estaba harta de la corrupción, la austeridad, el paro y los
desahucios; parecía que los círculos iban a replicar el éxito de
las asambleas en las plazas. Parecía posible poner la economía al
servicio de las personas.
Pero todo este proceso, en Cantabria,
ha sido bastante tortuoso. La animadversión y beligerancia de la
primera dirección de Podemos Cantabria contra las candidaturas
municipales surgidas de los círculos para las elecciones municipales
provocó heridas que aún no han sanado del todo. Mucha gente
valiente que dio un paso al frente por su ciudad o su pueblo tuvo que
bregar no sólo contra los partidos del régimen del 78: también
contra esa ausencia de reconocimiento y apoyo por parte de lo que iba
a ser el instrumento del cambio. No sólo eso: las luchas internas
fraccionales han dañado el proyecto, y mucha gente muy válida
decidió abandonar el barco, desilusionada. El culmen del
despropósito vino con “Arronti”, una asamblea ciudadana con una
escasa participación en la que se votaron y aprobaron varias
propuestas contradictorias, una asamblea que de inicio se hallaba
limitada por el documento político de la anterior dirección, una
asamblea, en definitiva, carente de legitimidad y que desencantó a
mucha gente.
Por otro lado, cometimos varios errores
a nivel autonómico. Permitimos el gobierno del PRC-PSOE como mal
menor frente al PP, creyendo las zalameras palabras del mayor
vendedor de humos que ha dado Cantabria. Desde Podemos propusimos
tres medidas, a las que condicionamos nuestra abstención en la
investidura: Revilla cumplió sólo una de ellas (retirar a Marcano y
Agudo), y dejó las otras dos (plan de rescate ciudadano y
declaración de estado de emergencia habitacional para acabar con los
desahucios) en el aire.
Han pasado casi tres años, y ha
quedado acreditado que Revilla no cumple las promesas que hace. Ya no
sólo a Podemos: en su discurso de investidura, el señor de las
anchoas prometió que la educación, la sanidad y la dependencia
serían prioritarias durante esta legislatura. Otro engaño más. La
legislatura se termina poco a poco, y las promesas han quedado en
palabras vacías. El paro y la precariedad afligen Cantabria,
despojada del sector primario y de su tejido industrial, y abocada a
depender del sector turístico, que genera empleo estacional y de
baja calidad. La deuda pública de la comunidad excede los tres mil
millones de euros, y aún así el equipo de gobierno PRC-PSOE quiere
embarcarse en mega-obras, como el puerto de San Vicente (con el
antecedente que tenemos del puerto de Laredo, tan al estilo de Fabra
y su aeropuerto sin aviones). Los desahucios continúan, sin que el
PRC-PSOE haya hecho nada por las familias cántabras a las que los
bancos expulsan de sus hogares.
Al final, ¿qué distingue al PRC de
los otros partidos del régimen del 78? Cuando se trata de aplicar
medidas concretas, de elegir si ponerse de parte de la gente o de las
corporaciones, siempre eligen lo mismo. Luego, toneladas y toneladas
de demagogia barata en televisión. Y anchoas, montones de anchoas.
Anchoas del 78.
Parece que a una parte de Podemos le
cuesta despegarse de Revilla; parece que su popularidad (ganada con
demagogia en los platós televisivos, no con medidas a favor de la
ciudadanía en el parlamento) ciega y deslumbra a alguna gente, hasta
el punto de no ver sus políticas neoliberales. Creo que eso tiene
que terminar; la experiencia nos dice que Revilla y su PRC son tan
poco de fiar como los otros partidos del régimen del 78. Tenemos que
dejar de escuchar sus cantos de sirena, y romper el embrujo del
encantador de serpientes.
Podemos debe ser audaz y valiente, como
en sus inicios. Debe decir las verdades, y no tener miedo a decirlas.
Debemos auditar esa deuda pública que sobrepasa los 3000 millones, y
debemos dar una solución a las cántabras y los cántabros que
sufren el paro, la precariedad y la indiferencia de las
instituciones. Debemos romper el candado del régimen del 78 y que la
gente decida la Cantabria que quiere. Nadie dijo que asaltar los
cielos fuese fácil, pero es nuestra responsabilidad intentarlo:;
volvamos a mover ficha.
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